La Técnica Pomodoro es un método para mejorar la administración del tiempo dedicado a una actividad.
Fue desarrollado por Francesco Cirillo a fines de la década de 1980. Debe su nombre, al uso de un pequeño temporizador de cocina, de esos que puedes girar el dial, que por casualidad tenía forma de tomate, (y pomodoro en italiano significa tomate).
Su finalidad es ayudar a acabar con éxito, eficiencia y concentración todo tipo de tareas de estudio, creación, lecturas y/o trabajos más mecánicos ya sea en oficinas o espacios creativos.
Os dejamos un video resumen por si lo queréis probar.
En el entorno político, social y económico actual, el mayor desafío al que se enfrentan los empresarios es garantizar la sostenibilidad de su negocio.
Si a todo esto le añadimos los retos que representa la Transformación Digital y la velocidad que ésta imprime al entorno y las tendencias, obtenemos como resultado la necesidad de efectuar una reflexión estratégica periódicamente para garantizar que estamos andando en la dirección correcta.
En este contexto, la gestión global del negocio tiene que alinearse necesariamente con las necesidades y retos que se plantean, como elemento diferenciador respecto a otras organizaciones similares.
Uno de los mayores retos a los qué se enfrentan las empresas, es reenfocar la forma de gestionar los negocios, con una visión global y profesional:
Reforzar la reflexión estratégica, trabajando los aspectos diferenciales del negocio
Profundizar en la relación con los clientes, incrementando el valor de los productos y/o servicios aportados
Incrementar su posicionamiento como empresa de referencia en su sector de actividad
Aumentar la capacidad de adaptación a los cambios en las necesidades del mercado y sus clientes
Trabajar de forma racional la optimización de estructuras y costes
Rediseñar las actividades de back office, entendiéndolas como herramientas de apoyo al negocio
Incorporar las habilidades de gestión al conocimiento existente, dando un paso más para garantizar la viabilidad y sostenibilidad del negocio
Abordar este proceso supone contestar a unas preguntas estratégicas claves rápidamente:
¿Cuál es nuestro posicionamiento e imagen al mercado?
Cómo nos ven al mercado y nuestros clientes?
Cuáles son nuestras ventajas competitivas? Cuáles son nuestros puntos débiles?
¿Qué valor aportamos a nuestros clientes?
Qué atributos definen nuestra propuesta de valor? Cuáles son más relevantes para nuestros clientes?
Qué atributos tenemos que desarrollar para mejorar nuestra propuesta de valor?
Cómo orientar nuestra organización hacia el cliente y el mercado?
¿Cuál es nuestra estrategia comercial?
En qué segmentos / productos decidimos poner el enfoque y las prioridades?
Cómo tenemos que estructurar nuestra cartera de servicios?
Qué productos / segmentos tenemos que potenciar?
Cuál es el canal idóneo para cada segmento de clientes / producto?
Cuáles serían los impactos de estas decisiones?
¿Como nos tendríamos que organizar para posicionarnos fuertemente en estos mercados?
Cuál tiene que ser el rol de los varios intervinientes en el proceso de relación y venta?
¿Cuál es el rol que tienen que tener las funciones de management de back office?
¿Están esos departamentos trabajando con visión de cliente interno y externo?
¿Aportan información de valor para el front office?
¿Son ágiles o burocratizan el negocio?
Una vez realizado este ejercicio, conviene definir unos planes de acción a corto y medio plazo que permitan incrementar la viabilidad y sostenibilidad de la empresa. Sin olvidar la planificación del seguimiento para valorar los avances.
Desde Talent & Value os proponemos un Taller de autodiagnóstico Estratégico, que os servirá para llevar a cabo un ejercicio que permita poner en perspectiva las acciones diarias y la visión global de vuestro negocio
Son las 8,45 de la mañana. Llegas a tu lugar de trabajo, arrancas el ordenador y revisas tu agenda del día. Mientras venías, en tu cabeza se agolpaban y “peleaban” entre sí una larga lista de cosas que debes hacer, y todas tienen una gran prioridad.
Al menos así te lo parece. Cuando abres la agenda, tu agobio se multiplica: sólo quedan 45 minutos para que empiece la primera reunión que tienes programada para hoy. Y los participantes son nada menos que tu cliente más caótico.
Se han programado dos horas para la reunión, pero sabes que serán, como mínimo, tres. También sabes que parte del equipo llegará tarde. Y que apenas se tratarán la mitad de los temas previstos.
Cuando aparezca el primer debate encima de la mesa, con toda probabilidad Juan y José empezarán a discutir sus diferentes puntos de vista, como si en llevarse la razón les fuera la vida. Con suerte, acabarás a mediodía. Sabes que saldrás de la reunión cansado e insatisfecho…y sin tener muy claro cómo seguir con el trabajo, ya que probablemente no se habrá alcanzado ningún acuerdo claro. ¿Te suena esta situación? Estoy segura de que sí. La mayoría de nosotros percibimos las reuniones de trabajo como verdaderos “ladrones de tiempo”, que dificultan nuestra eficiencia y a menudo provocan tensiones.
La buena noticia es que no es tan difícil poner remedio. Por nuestra parte, como acompañantes a numerosos proyectos de transformación organizativa, hemos tenido la oportunidad de ver en numerosas ocasiones cómo una empresa mejora radicalmente la eficacia de sus reuniones aplicando unas sencillas pautas de conducta durante las mismas. Hay mucho más, pero si empiezas por aplicar este pequeño decálogo verás aumentar tu tiempo disponible, y los resultados de tus reuniones.
¿Te interesa saber cómo utilizarlo en tu negocio? ¡Estamos a tu disposición!
La situación actual del mercado del comercio, ya sean pequeñas tiendas de barrio o puntos de venta de una cadena, presenta algunas características que conviene tener en cuenta:
Saturación del mercado, con creciente densidad de puntos de venta.
Falta de diferenciación de conceptos comerciales.
Incremento de las concentraciones.
Consumidor más exigente y selectivo.
Desplazamiento de parte de las ventas al e-commerce
Frente a esta coyuntura, el comerciante/empresario de puntos de venta se enfrenta a algunos retos que es imprescindible acometer para garantizar el futuro del negocio:
Reposicionamiento o desarrollo de nuevos conceptos y fórmulas comerciales.
Diversificación.
Reducción de costes y mejora de procesos.
Fidelización de clientes.
¿Digitalización? Implantación de tienda virtual
El desplazamiento del campo de batalla hacia el consumidor final vuelve a poner el punto de venta en primera línea: aprovechar de la mejor forma posible el espacio comercial existente.
Podemos clasificar las palancas en las que apoyarnos para alcanzar nuestro objetivo del siguiente modo:
Explotar a fondo todas las oportunidades de mejora que podemos encontrar en nuestra forma de trabajar (procesos), profesionalizando la gestión del punto de venta,
Reflexionar en profundidad sobre nuestra organización y prácticas comerciales,
Transformar nuestra cultura de atención al cliente en una palanca clave de fidelización y competitividad.
Para ello, evaluaremos los cuatro pilares en los que se basa todo comercio/punto de venta y sus dimensiones asociadas. De este modo, identificaremos los posibles cambios a realizar, que nos llevarán a la mejora de resultados:
Equipo Humano,
¿Tenemos un adecuado nivel de rotación de personal?
¿Fomentamos el aprendizaje de nuestro equipo?
¿Cuál es el clima que se respira?
¿Somos eficaces a la hora de reclutar/seleccionar personas?
Cliente,
¿Tenemos un nivel de reclamaciones aceptable?
¿Sabemos cuál es el nivel de satisfacción de nuestros clientes?
¿Y el de fidelidad?
¿Sabemos cuál es nuestra cuota de mercado en nuestro radio de acción?
Finanzas
¿Comprobamos con suficiente regularidad la evolución de ventas?
¿Y de los costes?
¿Y de los márgenes?
¿Sabemos cuál es y cómo evoluciona la rentabilidad de nuestro punto de venta?
Operaciones
¿Cómo gestionamos las puntas de acceso de clientes (colas)?
¿Sabemos cuál es el nivel de productividad del equipo (venta/hora/persona)?
¿Es óptima nuestra disponibilidad de producto?
¿Qué tipo de gestión de stocks hacemos?
¿Tenemos controlado el nivel de mermas?
La aparición de “semáforos rojos” nos permitirá trabajar en el plan de mejora de nuestro punto de venta/comercio, siguiendo unas pautas básicas:
Elegir un responsable para cada acción a acometer,
Planificar las acciones,
Ejecutarlas y
Revisar los resultados obtenidos
Todo ello apoyado siempre en la orientación del director/responsable/propietario del negocio.
Algunos consejos finales:
Mejor pocas actuaciones ejecutadas que una larga lista de acciones que no podemos llevar a cabo. Siempre podremos iniciar una nueva lista cuando la primera haya dado resultado
Centrarse, en principio, en aquellos “semáforos rojos” que tengan como eje al cliente y cómo le damos servicio
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